miércoles, 24 de agosto de 2022

LA MADERA HECHA VIDA

 Era una tarde soleada y calurosa en el campo. Casi que no había nubes, el aire estaba pesado y las ramas de los árboles parecían estar petrificadas. Las vacas holando se amontonaban en las bebidas, y los caballos bajo la sombra de los árboles, a cada rato sacudían la cola y rozaban sus patas sobre la panza para quitarse de encima a los insoportables mosquitos. Con ese calor agobiante, Mary salió a caminar y a pensar en su futuro, ya que la situación económica que atravesaba su familia le impedía comenzar a estudiar una carrera terciaria.

Después de caminar por unos largos minutos y con la mirada clavada en la tierra, Mary encontró en su camino unos huesos y unas hojas de palmeras sin saber que aquellos objetos iban a ser el puntal que despertarían en ella la pasión que hoy lleva en la sangre: la artesanía.

Fue con esos objetos y con un cuchillito para pelar papas que Mary González, hija de tamberos, comenzó a tallar su primera escultura. Con los días, los dibujos que hacía en las hojas de palmeras lo fue cambiando por la madera y talló algunas esculturas de temática religiosa. “Soy totalmente autodidacta, nunca había visto a nadie tallar y no sabía que existían herramientas para ello, lo primero que hice fue una virgencita”, comenta Mary, y agrega que las primeras herramientas con las que arrancó a tallar, las inventó ella misma: “Con el tiempo me fui haciendo algunas herramientas. Empecé con un cuchillito y con el tiempo conseguí un formón plano y uno curvo, y con eso me manejé por mucho tiempo hasta que supe que había otras”.

De a poco Mary fue armando su taller en El Triunfo, localidad del partido de Lincoln, en la provincia de Buenos Aires, a unos 346 kilómetros de Capital Federal. Imágenes religiosas, ceniceros, cuadros, tablas para picar, adornos, todos hechos con maderas que Mary trae de La Pampa o San Luis, y que también de algunas madereras de la zona, aunque últimamente suele recolectar troncos de algún árbol seco por los alrededores de su casa.

“Mi primera exposición con mis productos fue en un pre Cosquín en Azul, y de ahí no paré de exponer en las ferias hasta hace dos años por efectos de la pandemia. Hace más de 30 años que trabajo con la artesanía en madera. Hoy continúo trabajando a nivel local”, dice Mary, una muestra más del enorme esfuerzo que realizan los emprendedores en la Argentina que crece.

Más información: Maria.Gonzalez1949@hotmail.com

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TEL: 02355-493119/15414444

 

miércoles, 13 de julio de 2022

CON LA CABRA ATADA

 La Vauquita, la golosina hecha con el manjar de los argentinos y que es un clásico de los kioscos, tiene su origen en Trenque Lauquen, al oeste de la Provincia de Buenos Aires, a unos 444 km de la Capital Federal por la Ruta Nacional n.º 5. Es el partido bonaerense con más tambos. Actualmente hay cerca de 165 y genera más de 1000 puestos de trabajo directos.

Si bien la mayoría de los tambos en Trenque Lauquen son de producción lechera vacuna, hay quienes se animaron a la caprina y con ella a elaborar otro manjar: quesos. Este es el caso de Siete Cabritos, una empresa familiar que desde hace 80 años se dedica a la actividad láctea y desde hace 15 a la producción caprina. La familia Espain arrancó en el 2007 con una pequeña majada de 20 cabras en la estancia San Francisco, y en un año con una producción de 40.000 litros comenzaron a elaborar quesos y crearon la marca Siete Cabritos.


Anteriormente, los Espain tenían el tambo en Villa Dolores, Córdoba, pero con los años fue creciendo y cada vez se hacía más difícil el control de las majadas, así que decidieron mudarlo a la localidad de Treinta de Agosto, Trenque Lauquen. La idea fue de Paco Espain, a la que luego se fueron sumando su hermana, hijos y sobrinos. Ahora trabajan 8 personas y hoy tienen unas 500 cabras, pero llegaron a tener unas 800 que se vieron afectadas por problemas de cetosis y robos.

La leche para elaborar los quesos de Siete Cabritos proviene de las razas Criolla y Saanen. La Saanen es originaria de Suiza y es considerada la especie caprina lechera por excelencia en el mundo. Aportan unos 5 litros por animal y tienen un buen nivel de volumen, pero no así de sólidos, que son importantes para la elaboración de los quesos en cuanto a composición de leche, y eso lo brinda la Criolla.


Las cabras se alimentan de pasturas y además se les proporciona suplementos con pellets de alfalfa y algún balanceado para que el animal entre al ordeño en estado óptimo. “Si bien el año pasado no fue el mejor, sacamos unos 600 litros por día y obtuvimos unos 100.000 litros en toda la campaña. Otros años llegamos a hacer 150.000 litros anuales”, dice Lázaro Llorens Espain, quien está a cargo de la parte industrial de la empresa.

El trabajo en el tambo arranca bien temprano, a las 5 de la mañana empieza el ordeño, hasta las 9, y luego se les da una ración y el circuito se repite a las 17 hs y finaliza a las 21, pero lo más importante para un buen funcionamiento es la sanidad de las cabras, y por eso la atención veterinaria en Siete Cabritos es permanente.

Pero vamos a lo que más tienta: los quesos. Y aquí es donde los Espain desenvainan una interesante gama de productos que se obtienen con el cuidad integral de las cabras y la excelencia en la producción de leche. Son pioneros en el país en la elaboración de queso Azul de leche de cabra, queso Cuartirolo Caprino”, Sbrinz de cabra y pampeano, sardo, tybos, y provoleta de cabra. Manjares de la Argentina que crece.

Más información: https://sietecabritos.com

info@sietecabritos.com

viernes, 1 de julio de 2022

BIENESTAR CAMPERO

 No a todos nos hacen sentir bien las mismas cosas. Como dijo alguna vez Aristóteles, “el fin del ser humano es la felicidad”, sin embargo, esto lleva implícito que el fin orientador del actuar humano, es subjetivo o relativo ya que depende de cada individuo. Y para Marcelo Giuggioloni, su búsqueda de bienestar sumado a la desazón por el éxodo rural hacia las ciudades de muchos pueblos de la Provincia de Buenos Aires, y la fuerte influencia de los procesos cada vez más industrializados de agricultura, lo empujó a crear Yamay (“estar bien” en lengua mapuche), un espacio alternativo que revaloriza un uso de la tierra más responsable y saludable. El lugar está ubicado en la localidad de Pardo, Partido de Las Flores, Provincia de Buenos Aires, a 223 Kilómetros de Capital Federal, hacia el sur por la Ruta 3.

“En Marzo de 2008 compramos 6 hectáreas de tierra en Pardo para fundar Yamay Ecoturismo. Lo primero que me cautivó fue que no tenía luz eléctrica y que sus 6 hectáreas y su forma triangular permitía recorrerlo rápidamente a pie. Cuando adquirí el predio, solo había una plantación de soja con pobre crecimiento, dos pilares en la entrada con su reja y un pequeño galpón de herramientas”, dice Marcelo, que desde siempre pensó en desarrollar un modelo turístico comprometido con el entorno que despierte conciencia social, ecológica y cultural, e invita a que individuos, familias y comunidades participen en la construcción de un futuro sostenible.

“Quiero que Yamay funcione para cada individuo como una semilla que germine luego del regreso a su lugar y vida cotidianos. Fue en esa búsqueda que descubrí el término permacultura, la construcción natural y la filosofía que encierran”, explica Marcelo, y agrega que en el ámbito de la propuesta turística, se sumó el equipo de Pardo Autentico que propone una oferta de turismo Rural Comunitario y Sustentable. Ambos emprendimientos y algunos más forman parte de la ONG Colectivo Sustentable que aporta el desarrollo de pueblos rurales.

Yamay Ecoturismo ofrece experimentar el alojamiento Glamping en Yurtas con baños privados (construcciones tradicionales de los pueblos nómades de la estepa de Mongolia). La casa y el centro de baños de adobe con techos vivos, están realizados con materiales y técnicas de construcción natural (tierra, paja, arcilla, piedra, madera, caña, arena, etc.). Actualmente son utilizadas por el equipo anfitrión. Y además, se recibe a grupos para hacer retiros o actividades asociadas con la naturaleza (ideal para astrónomos y astrofotógrafos), familias, amigos, etc.

El emprendimiento Yamay Ecoturismo es una muestra concreta del gran esfuerzo que realizan los emprendedores en esta Argentina que crece.

Más información: https://yamay.com.ar

info@yamay.com.ar

FOTOS: Juan Manuel Damperat


martes, 5 de abril de 2022

EL CASARES SIN PLAYAS, PERO CON WHISKY

Carlos Casares es un partido ubicado al noroeste de la provincia de Buenos Aires. Se llega por la Ruta 5, camino a Luján. La ciudad cuenta con alrededor de 22.000 habitantes, y se la conoce como la capital nacional del girasol, además allí nació el piloto Roberto  “Tito” Mouras, tres veces campeón de Turismo Carretera y ganador de 50 carreras en TC.

Pero en los últimos meses Carlos Casares fue noticia por el whisky que allí produce Ricardo Satulovsky, un médico cirujano que nació en La Plata y que hace ya unos años decidió mudarse con su familia al interior.

Antes de comenzar con el whisky, Ricardo se lanzó a la cervecería artesanal en el 2008 pero con la minuciosidad que adquirió en su profesión de médico, agregó el malteo de cebada y comenzó a destilar whisky hace ya ocho años.

El whisky que elabora Ricardo es un single malt, es decir que se produce con una sola destilería. Se destila a partir de la fermentación de un cereal malteado, principalmente de la cebada. “Lo más remarcable es que todos los ingredientes son nacionales, tiene genuina identidad: la malta se elabora con cebada del partido de Carlos Casares, y los barriles de roble americano son manufacturados desde Mendoza”, destaca Satulovsky.

La producción de Ricardo es muy limitada, y el proceso de elaboración es largo y complejo. El primer paso es moler la malta y mezclarla con agua templada para obtener el mosto, éste proceso se denomina macerado. Luego se fermenta con levaduras que producen el alcohol, y se suman sabores y aromas. El paso siguiente es la destilación en un alambique de cobre a través de un proceso de evaporación por calentamiento y posterior condensación. Posteriormente, se realiza un spirit run, es decir, un segundo destilado del cual se utiliza el alcohol y se añeja en barriles de roble americano quemados por dentro un tiempo mínimo de 3 años. “Nosotros lo dejamos añejar por 5 años. En el whisky los insumos buenos importan, pero el conocimiento y el tiempo lo son todo”, resalta Ricardo.

La decisión inicial de Ricardo fue arrancar a producir en pequeña escala e ir creciendo progresivamente en producción, con la idea de evolucionar y generar maestría continuamente. Actualmente, se producen 3.500 kg de malta por mes, de los que sólo se procesa a whisky unos 576 kg/mes (es decir el 16.5%), y el resto se vende a cervecerías artesanales.

El whisky Casares es carácter maltoso con leves notas herbales y una clara presencia de madera de roble americano. Hay 2 expresiones según el añejamiento principal: clásico de barrica de roble americano quemado por dentro; y de barrica de roble que maduró en Malbec. La versión clásica tiene una fuerte presencia de notas de madera y vainilla, mientras que el madurado en Malbec tiene notas a frutos secos y uvas, que asimila al brandy,  característico del whisky. 

Hay puntos de venta muy restringidos en CABA, La Plata, Mar del Plata y Rosario. Y recuerden que Carlos Casares no es una ciudad balnearia, así que preparen los vasos whiskeros y encaren la Ruta Nacional 5!

Más información: https://www.facebook.com/Whisky-Casares-1546997682271511